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Me la están metiendo y no me entero

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No hace mucho la auditora KPMG, advertía del aumento de la cibercriminalidad aprovechando el confinamiento en el que nos encontramos debido al estado de alarma derivado de la Covid19, y de las consecuencias que para empresas y personas físicas podía llegar a tener.

Spear-phishing, bugs, ataques DDos, Ransomware, malware, sexting, no es un gag póstumo del maestro chiquito de la Calzada, aplicando la hipérbole y la atrofia a vocablos, sino que son términos precisos que describen la realidad criminal dentro del entorno cibernético. En realidad, y a pesar de lo ajeno que nos podría parecer, a los delitos en sí, salvo alguna cuestión puntual, no se le puede tildar de innovación, en cuanto a lo que la conducta delictiva se refiere.

No dejan de ser estafas, revelación de secretos, hurto, acoso, etc., lo que cambia es el modelo y la forma tradicional de cometerlos, y ello nos lleva a un plano muchas veces desconocido e ignorado por la mayoría de la población. Y a su vez ese plano nos lleva a una doble proyección material, la detección y la prevención. Ejemplos prácticos de estas malas prácticas son, por ejemplo, recibir en estos días, correos electrónicos que nos resitúan en webs falsas, con el pretexto de la declaración de la renta de 2019, con el fin de obtener datos personales, correos electrónicos que nos redirigen a webs falsas para obtener las credenciales de determinado producto (por ejemplo, la mencionada auditora ponía de relieve un ejemplo concreto, obtener las credenciales del office365), instalación de virus con el fin de captar las videollamadas que se realicen durante el confinamiento, algunas de carácter reservado por la información empresarial que se vaya a desvelar), correos con la oferta de material sanitario para pasar la cuarentena, con el imprescindible número de cuenta dónde debes abonar la cantidad de tu pedido (que por cierto, nunca llega) y otros más pretéritos cómo el envío de correos supuestamente de la entidad bancaria para “cotejar” las claves de acceso online, aduciendo un error en el sistema central, troyanos con el fin de obtener fotos y archivos de nuestro ordenador, y así una retahíla de figuras, estratagemas y caminos, que como los del Señor, en estos días que nos encontramos, son inescrutables.

Los agentes de la autoridad y personal especializado en ciberseguridad, siempre van a remolque de las últimas novedades en cibercriminalidad, los agentes de la cual, como si de un desfile de modelos se tratara, siempre tratan de innovar en la puesta en escena, buscando el mayor rédito personal. Que la sociedad avanza y que la tecnología, incluso en nuestro ámbito el legaltech, ha venido para quedarse, es una realidad palpable y a su vez inalterable. Y que cualquier plano de relación humana, aunque sea virtual, es terreno para el criminal, lo es del mismo modo. Por lo que al final, deberemos tomar en consideración aquello que de forma preventiva e instintiva hacemos para el derecho penal nuclear.

Si caminamos de noche solos, y disponemos de dos caminos para llegar a nuestro hogar, uno iluminado, abierto y transitado, y otro lúgubre, oscuro, vacío y con algún que otro antro del que sólo salen indeseables, ¿qué camino nos diría el sentido común que es más seguro? Pues en ciberseguridad pasa exactamente lo mismo. Para las empresas, cada vez más, es fundamental contactar con servicios de seguridad informática, instalación de programas de cortafuegos para virus, instalación de software de prevención, utilización de aplicaciones seguras y certificadas, para las personas físicas, no facilitar datos personales, ante la duda, llamar al remitente, enviar emails autenticados corroborando que se nos solicita esta información, instalación de programas de protección aunque sean básicos, y utilizar el sentido común, detectar cuándo un email puede ser falso y siempre en la medida de lo posible, denunciar, con el fin de atajar líneas de criminalidad existente. Como muchas veces en la vida, puede que me la estén colando y no me entere.


Articulo publicado en Voz Pópuli
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